lunes, 31 de enero de 2011

Esperando. Patricia O. (Patokata)

A través del cristal las gotas de lluvia, las nubes negras de un día gris.
Las manos apoyadas sobre la fría superficie y los ojos que esperan...
La esperanza en la ansiedad de cada instante que transcurre y que muere en cada minuto que quedó atrás.
Minutos que vuelven a ser presente al compás del corazón cuyos latidos no se resignan a perder la fe...de verlo aparecer en cualquier momento, corriendo la vida por la calle aún sabiendo que ésta se le fue de las manos y lo dejó sin piel...y lo dejó
sin ser...

Agosto 2010



Aullidos. Laura Calvo Martín

Espiro un alarido ahogado


camuflado de bostezo,


pero es tarde…


Esbozo una sonrisa torpe


camuflada de simpatía,


pero es pronto.


Espiro un alarido ahogado


que pide auxilio,


pero es tarde…


Esbozo una sonrisa torpe


que me tranquilice,


pero es pronto.





Laura Calvo Martín nace en Salamanca en 1983, en un día nublado y frío del mes de diciembre. Desde sus primeras palabras escritas hasta ahora ha pasado mucho tiempo, moldeando el significado y la forma de sus escritos, pero sin matar jamás al entusiasmo por narrar al mundo lo mundano, lo excepcional, lo narrable y lo innarrable.
Aún sin haber publicado todavía libro alguno, Laura trata de compartir sus ideas plasmándolas en blogs que nadan por la red, pequeños certámenes, y un cuaderno tamaño cuartilla que siempre la acompaña. Para todos, para algunos, o para nadie, ahí quedarán sus palabras.

domingo, 30 de enero de 2011

La niña rara y las flores amarillas. Paola Esteban

Una niña con los brazos abiertos y la cara levantada a una lluvia de
flores amarillas.


Un grupo de niñas con uniformes escolares. Un salón de música
vacío. Siete de la noche. Lápices y licor. Un bolsillo que guarda
las llaves de la cerradura de la Rotonda. Alcohol de 14 grados que
circula por las venas de cada una de las integrantes de ese grupo.
Un par de gafas que miran con asombro el movimiento de las pinzas,
faldas que luchan por entrar en el recinto. Un asentimiento. El
resultado: una niña con la nariz y los oídos que expulsan su sangre
con olor a vino.


Una niña entra a un salón de clases. Niñas y más niñas la miran a
través de sus lentes de 4.0 en el ojo izquierdo y 4.5 en el ojo derecho.
Calor intenso, sudor, final de la clase.
-Se nota que usted sabe bastante.
-Más o menos.
-¿Por qué no sale con nosotras a descanso?
-Claro -los ojos del pequeño murciélago humano se iluminan.


Ocho de la noche. Una bola de heno corre por la imaginación de la
niña. Mira la calle sola frente a su casa, mira la verja sin el carro de
sus padres. No ha comido más que una sopa con sabor a agua y
un pan de doscientos pesos. Años noventa, jeans rotos, la música
agónica de Nirvana, las letras compungidas de Aterciopelados. La
misma niña con una escuadra de modistería canta con los pulmones
en la boca las viejas letras del rock en español de Soda Stereo.


A través de sus ojos los muebles giran, salta la mesa que sostiene
el televisor. Las luces apagadas permiten el destello de los ojos del
gato. Un trastorno. Nauseas, cae en uno de los sofás de la casa. Las


manos pierden sensibilidad, unas ligeras cosquillas las recorren y el
cuerpo se niega a levantarse de nuevo. Aún conserva la camisa del
uniforme. Una pantaloneta a cuadros rojos le hace juego. Las piernas
morenas, los brazos de color aún más oscuro. Los vecinos ven la
telenovela de las ocho. Las ocho. Los viejos a punto de aparecerse
por la puerta. Mimos, preguntas extraídas del recetario Cómo educar
a un hijo, trasmitido de generación en generación. Con las mismas
costumbres inútiles. Contesta. Suenan campanitas cerca de sus
oídos. Gira la cabeza, da la vuelta, los padres la miran. La niña está
de manicomio.


Seis de la mañana del día siguiente. Agua fría le golpea las gafas.
-Ya va tarde, levántese.


Unos lentes miran a través del vidrio de la puerta derecha del carro.
Árboles frondosos, jardines, flores, una construcción monacal. Unos
fantasmas que la resguardan, unas niñas que propagan la peste de
la adolescencia. El carro se detiene y la niña baja. Ningún pequeño
engendro la saluda antes de cruzar el umbral de la puerta.
-¿Trajo la tarea?


Diez de la mañana. Terminó la hora de descanso. Ha recorrido los
pasillos de un lado para el otro sin encontrar una palabra acertada
que le permita quedarse más de diez minutos en la conversación de
alguna rosca. No ha llevado la tarea y justo la pidieron. Un pequeño
regaño. Otro pequeño regaño. Una pequeña broma. Otra pequeña
broma. La profesora. Los padres. Las compañeras. Los nonos. El
sonrojo permanente y la costilla rota.


Otra vez la noche. Impávida con los lentes clavados en la luna. Junto
con ella el gato. Se entrecruza por sus piernas, pero no maúlla,
no emite gemidos. Con los de sus padres en el cuarto del lado, de
seguro, es suficiente. El calor del día se prolonga hasta la noche. Ella
aún está vestida con el uniforme.


-Vaya cámbiese, o es que le gusta mucho estudiar. Si así fuera con
las tareas como sería.
Una gota de sudor cae desde la frente de la mujer hasta su mano.
Corre al baño.


Pánico. Justo ahora el hombre grita a la mujer que la casa, el carro,
la beca y todo lo demás le pertenecen. No al desayuno. Bajo la mesa
se extiende el eco que el sonido del zapato emitió al chocar contra la
puerta del cuarto. Sus labios se cruzan hacia un lado. Ya presenció
esto antes. Un nuevo grito. El padre sale de la casa con el bolso de
viaje.


Otro día. El día D. El día en que la vida se vuelve una mierda. Las
llaves de la Rotonda. Sólo ella podría llevarlas. Sólo ella habría de
llevarlas para promover el desastre. Ella y su timidez: incapaz de
decir que no. Incapaz de percibir que el grupo de púberes infames
que antes ha salido con ella a descanso se embriagarán en la noche,
durante el concurso de canto. El concurso de canto. Las llaves. La
rotonda, el piano. Zapatos berlón que corren por el pasillo. Olor a
licor, sudor, niñas. La punzada en el estómago que indica la falta
de alimentos, el olor a estudiante adolescente que ha pasado el día
con el uniforme. La ropa blanca sucia. Las gafas empañadas, las
manos que sudan cuando se ve acorralada en la puerta, cuando
aquellas criaturas cerúleas con aliento a alcohol la presionan para
que entregue las llaves, para que entre con ellas al salón del piano,
para que no chiste ni emita sonidos.


Manos, muchas manos con las uñas largas, con los vellos impares.
Recorren la camisa que en par patadas está desabotonada, lápices
mojados en vino y aguardiente. Latigazos en las piernas. Otro golpe
en la costilla. Vida infantil y muerte adolescente. Un borrador que se
introduce en la oreja que emite dolores de auxilio. Una fosa nasal
que ya no huele. Unos dedos largos que acarician los recién nacidos
senos y otros más pequeños que se introducen bajo la falda. Unos


ojos grandes que examinan la boca. Unas piernas que aprietan la
cadera. Risas y gemidos. Gemidos temibles, risas macabras. Un
impacto en el suelo: las llaves.
-Ahora sí, cierre.


Llanto. En la portería en número telefónico para llamar a mamá. Unas
cuencas que examinan a la niña con la falda ensangrentada, con la
camisa rota, con las medias manchadas de rojo. Con unas manos
que tiemblan. Un automóvil. Un rostro moreno, de una tez más
intensa que la suya.
-Y ahora, ¿qué le vamos a decir a su papá?


Un odio que durará toda la vida. Una costilla que dolerá hasta que
encuentre agallas para cortarse las venas, una, otra y otra vez. Hasta
que no calcule mal el tiempo, hasta que no falle.


Una mujer con la mirada perdida, con una hoja en la mano, mientras
ve arder el fuego de los árboles cercanos.









Reseña biográfica:

Comencé a escribir por una necesidad específica e imperiosa: necesitaba terminar mi último
grado de la secundaria y no lo haría a menos que participara en un concurso de cuento. Estudié
periodismo y he trabajado buscando crónicas de vida en la ciudad donde vivo, en Colombia, que es
pequeña y cuyos personajes parecen estar contados. Así que entre buscar y buscar me encontré
con la historia de una chica bulímica, cuyo diario escribí en el periódico para el que trabajo y
que significó un premio de periodismo: Premio CPB (Círculo de periodistas de Bogotá, 2008).
La literatura estuvo presente y antes, con un cuento de este mismo tema “La delgadez perfecta
(2006)”, fue partícipe de la Antología de la novísima narrativa hispanoamericana. Y aquí voy.
Escribo a intervalos por mi trabajo, pero es más fuerte que yo lo que tengo que decir.

miércoles, 26 de enero de 2011

Un lugar para enterrar extraños. Lunes. Maximiliano Spreaf

Nublado, aburrido, malpensado día el de hoy. No va a haber sol
que saque a relucir las carnes grises de los viejos y los psicópatas.
El se canso de su propia culpa y colgó una soga al amparo de su
inconciencia.
Ella no quiere que la lastimen más diciéndole narigona de mierda.
El despisto en una relación demasiado fuerte para su destino de
cartonero.
Ella ve que acostarse con su padre no fue la solución a ninguno de
sus problemas.
El se acuerda de la nena que dejo caer al vacío.
Ella se arranco la cabeza una noche y mato de veintidós puñaladas
su dignidad.
El corre sin mirar a los costados.
Ella se tropezó con su propio abrazo y se lo llevo de parranda.
El no la quiere ni cruzar porque no sabría que decirle.
Somos todos.

 Itou Kouichi


jueves, 20 de enero de 2011

La Fanzine #5: Libertad en La Milonga


La Milonga
C/ Padilla, 2
Valladolid




Si tú también quieres ayudarnos a difundir La Fanzine, puedes descargar el quinto número desde este enlace.

La Fanzine recomienda:

Copistería Graffios. Prado de la Madalena 16, Valladolid.

Copistería Celeste: Imperial 18, Valladolid.


Envíanos una foto de La Fanzine en el lugar donde la dejes y la dirección del sitio a la0fanzine@gmail.com

¡Fotocopia y difunde!

miércoles, 19 de enero de 2011

Un lugar para enterrar extraños. El Perro. Maximiliano Spreaf

Se levanto temprano porque le pedían a gritos que abra la puerta.
Alguien golpeaba y gritaba en su puerta esa mañana.
No entendía, estaba aturdida de sueño todavía, con la resaca de la
noche anterior. Tanteo con su mano derecha el celular, que se
había convertido hacia unos años ya en su reloj despertador, eran
las siete y media de la mañana. Generalmente a esa hora ella era
nadie. No existía.
Habían pasado meses desde el día que se quedo sin trabajo.
Mirando el celular, y escuchando los golpes y los gritos,
recordaba la caminata de regreso a su casa en la mañana que la
despidieron diciéndole que había finalizado su contrato con la
empresa. Se lo venia venir, hacia unas semanas varias de sus
compañeras de trabajo le decían que estaban cerca de los tres
meses de contrato y que en cualquier momento quedaban
afuera.,sin posibilidades de seguir trabajando ya que la empresa
tenia planes de reducir personal porque las cosas no andaban del
todo bien.
Los gritos y los golpes seguían. Era una mujer la del otro lado de
la puerta. Se la notaba desesperada, no paraba de dar fortísimos
golpes en la chapa de la puerta, como si quisiera derribarla. Ella
no alcanzaba a distinguir si era una voz conocida, ni siquiera
podía distinguir lo que gritaba. Trato de levantarse, busco con los
ojos casi cerrados algo de ropa. No veía nada. Los golpes se
hacían cada vez más violentos. Se sumaron varias voces.
Hombres y mujeres que gritaban con desesperación. Logro
entender que lo que decían era su nombre. Martina. Pero nada
mas, las demás palabras se morían en el intento de ser descifradas
por su cerebro, que en ese momento solo atinaba a poner en
funcionamiento débilmente sus piernas. Intentaba abrir más los
ojos, en esa intentona alcanzo a distinguir un resplandor que lo

atribuyo rápidamente a la ventana que tenia al lado casi de su
cama y por la que se metía a diario el sol y el ruido de los pibes
que jugaban en la calle, como era costumbre en su barrio.
Se recostó de nuevo, viendo que no había reacción en su cuerpo
para hacer nada.
Empezó a divagar, a recordar el barrio de cuando era una nena.
Todo había cambiado ahora. Desde la arquitectura hasta la misma
gente del barrio. La gente era distinta. Cuando era una niña había
jugado mucho en una especie de bosque de eucaliptos que había a
unas cuadras de su casa. Era todo un misterio entrar ahí y
descubrir las cosas que pasaban. Se acordaba de haber escuchado
las historias más escabrosas y más inverosímiles que
supuestamente habían pasado allí.
Desde hombres lobos, hasta suicidas frustrados que se colgaban
de los añosos árboles, haciendo una muy mala elección para
terminar con su vida. Porque es sabido que las ramas de los
eucaliptos son de las que más fácil se quiebran cuando el árbol ya
tiene varios años, y era así que en su intento lo único que lograban
era partirse en dos una pierna o la cadera.
Recordó que una vez caminando por los senderos que la misma
gente de tanto pasar una y otra vez habían dibujado entre los
árboles, encontró, no ya un suicida tratando de acabar con su
sufrimiento, sino un perro de gran tamaño, un doberman, atado
por el cuello con un grueso alambre y oscilando de un lado al otro
colgado de una gruesa rama. Se quedo paralizada de miedo ante la
escena. El perro aun estaba vivo y agonizaba lentamente. Se
pregunto quien le había hecho eso, y automáticamente le vino a la
cabeza la imagen de Vilma, su vecina, que odiaba a los perros y
mas de una vez la había escuchado decir que habría que matarlos
a todos o llamar de una buena vez a la perrera para que viniera
con sus lazos a llevárselos del barrio. Se quedo mirando el perro
colgado, aterrada. Sabía que no podía hacer nada. No tenia el
valor siquiera de acercarse un poco mas al animal. Hasta tenía
miedo de que al tratar de liberarlo o con solo acercarse, el perro se
soltara de golpe y la atacara. Comenzó a correr, alejándose
velozmente de ahí, mientras las lágrimas se agolpaban en sus
ojos.

Los golpes en la puerta se trasladaron también a la ventana.
Estallo el vidrio y la saco de sus recuerdos.
La casa se quemaba. Como su niñez.



La Fanzine #5: Libertad en ISSUU

La Fanzine #5: Libertad


Próximamente disponible para leer online en ISSUU y, por supuesto, ¡en la calle!


viernes, 14 de enero de 2011

Zoo. Alberto Medina



En el zoo ilógico donde me pongo en pie todas las mañanas, cada visitante entra con sus propias rejas bajo el brazo. Nos afanamos con esmero en atraer espectadores, que con la misma intención construyen sus jaulas. Todos hemos pagado la entrada, pero ninguno mira el zoo.
Cuando las rejas son las fronteras de mi piel. El hambre, lo único que me mantiene con vida.


miércoles, 12 de enero de 2011

Un lugar para enterrar extraños. Enamorado. Maximiliano Spreaf

Entre todos llevaron el pedazo de madera adentro de la casa y lo
pusieron en el piso del comedor. Los hermanos lo miraban ahora
con curiosidad. El viejo les había dicho que se los regalaba solo si
lo iban a cuidar bien, porque dentro del leño vivían las mariposas
que el había rescatado de su estomago cuando era joven y estaba
enamorado. Ellos accedieron y se quedaron con el madero. El
viejo pronto se fue, rápido, dando saltitos y riendo despacio.
Ahora querían ver las dichosas mariposas. Pero el pedazo de
tronco era un solo bloque macizo. Era imposible que algo
sobreviviera ahí dentro. Lo observaron unos minutos y se dieron
cuenta que el viejo los había engañado. Nunca pudo sacar las
mariposas de su panza y meterlas ahí dentro. Lo que si pudo hacer
fue dejar de sentir, y crear un misterio envuelto para regalo en un

pedazo de madera. Nunca iban a saber si alguna vez en verdad
estuvo enamorado.

Itou Kouichi


Un poema de Jorge Pascual Blanco

“A los momentos que rodaron eternos y desaparecieron…”

Libertad del existir

Las nubes alzan su vista,
                          nos dan su espalda oscura,
se alarga el pasto húmedo,
crea senderos el sol limpio,
y uno se baña en la belleza del primer amor…

Brillan las nubes hechas de gotas
de agua,
como ropa blanca en un tendal
después de llover…

Los olores nos recuerdan,
construyen nuestro rostro.

Jugamos a vernos desde lejos.
                                     Ojala me vieras…

Se pasan solas las páginas
               de lo que ves…
Viajamos….
casi sin movernos…  



lunes, 10 de enero de 2011

Baraja. Marco Portillo (Erebus)

Se recomienda imprimir, recortar, pegar...





El comienzo: Un paso al frente.

Por una de esas casualidades de la vida, uno tiene que despertarse, y luego, además, levantarse.
Donde te despiertes y te levantes, determinará en muchos casos tu posición en esta vida. Que te
despiertes siempre en un lugar que reconoces de la noche anterior no tiene porque obedecer a
ninguna ley causal. Tal vez no te levantes de la cama porque te acostases en esa precisa cama.
Quizás cada día es un círculo irrepetible y único. Un cosmos efímero (que bien nos sentimos
cuando utilizamos la palabra precisa, ¡Ja ja ja!). Tal vez la cama en la que te levantaste hoy
sólo se parece a la de ayer por casualidad, y cada día es una extraña jugada de la vida. Pero para
comprobarlo, habrá que abrir los ojos, levantarse y dar un paso al frente.

Paso al Norte: El día que espera.

Pasando el cuarto de estar se llega al balcón. El día es maravilloso cuando aún no ha empezado. El
aire sólo te parece fresco porque aún conservas el calor del lecho. No importa que la ciudad esté
llena de contaminación y hasta en los pisos altos huela a humo de coche. No importa que a lo lejos
suene una ambulancia o miles de ellas anunciando una especie de fin del mundo a son de sirena.
No importa que la barandilla esté helada. La agarro con las dos manos y la aprieto para sentir bien
el frío. Insisto; todavía medio dormido, la mañana es maravillosa, y esa mezcla de atontamiento
en la cabeza y frío, tratando de entrar en las manos aún calientes, mientras cierro los ojos y respiro
hondo, es como una droga. Aunque ahora que me doy cuenta, tengo los pies helados. Se me
olvidaron las zapatillas. Vuelvo dentro.

Paso al Sur: Retirada.

Despertar es un acto mecánico. Todo biología, procesos químicos y cosas de esas. Te despiertas y
punto. Otra cosa es que te levantes. Ahí ya intervienen muchas cosas, algunas como la voluntad,
lo que hayas hecho antes de irte a dormir, lo cómoda que sea la cama en la que te encuentres, o
lo que puedas aguantar hasta tener que ir al baño o a la cocina. Pero si no hay cama, y creo que
tampoco baño, ni cocina y estoy sobre una maldita roca haciendo una “v” al revés con la espalda,
supongo que no es el momento de ponerse a pensar si he dormido o no las ocho horas de sueño que
necesito para no estar todo el día cansado, susceptible y ofensivamente sarcástico. Empieza a llover
y no creo que esto sea el parque de ninguna ciudad que conozca. De hecho, llamar parque a esto es
ser demasiado generoso. Con suerte podría llamarlo páramo desolado. Tal vez esté en mitad de la
meseta castellana, en Siberia, o en Marte, que para el caso vienen a ser el mismo lugar con distintos
nombres. Debería empezar a caminar, a ver si llego a algún sitio desde el que pueda volver a casa.
Ya me enteraré de cómo demonios he acabado aquí (o no). De momento toca retirada.

Paso al Oeste: Espejo de intenciones.

Al principio, justo después de la Creación, el dios Opisces quiso hacer un ser que tuviera energía,
que se moviera y, que al igual que él, pudiera crear cosas con las manos, y así creó a los primeros
humanos, muy diferentes de los actuales. Estos humanos en seguida entendieron el poder que
el dios les había dado, y le desafiaron, creando con sus manos toda clase de criaturas y objetos
aberrantes y monstruosos. El dios les castigó. Transformó sus cuerpos en objetos que sólo podían
reflejar lo que tenían delante y les privó de todo movimiento. Así fueron creados los espejos, y
después fue creada la estirpe humana de la que todos procedemos. Por eso los espejos sólo pueden
reflejar lo que tienen delante. Porque se les privó de su facultad de crear. A todos, claro, menos al
que está en mi cuarto de baño, que no sólo te refleja tal y como eres en apariencia física, sino que
refleja tus intenciones, y tal vez lo que él quiere. Me levanto y lo primero que hago es ir al baño, a
descargar el depósito y a ver que sale en el espejo. Esta mañana salgo con la apariencia de Saladino.
¡A cortar cabezas cruzadas! Este espejo está como una cabra. A ver como la armo hoy.

Paso al Este: Mañanas masivas.

Ningún día puede empezar bien sin un buen desayuno. La máxima aspiración de alguien que quiera
comerse el mundo, es primero saquear la cocina con orden, método y a dos manos. Voy a la cocina
lo primero de todo y abro la nevera. Dos yogures, el brick de leche, dos donuts, un plátano, tres
manzanas, una lata de atún, un paquete de jamón de york y el brick de zumo. Me siento en la mesa
de la cocina y procedo con el banquete. Mientras degluto todo con cara de bobalicón contento, miro
las puertas del armario de la cocina. Lo miro y pienso “ahora te tocará a tí también”. Después de
acabar con lo sustraído de la ahora blanca y vacía nevera, paso a arrasar el armario de la cocina.
Veinte minutos y siete sonoros eructos más tarde, había exterminado todo rastro de comestible de la
faz de la cocina. Me vuelvo a la cama. Hasta mañana.

Paso hacia arriba: Desde aquí… o desde allí.

Un paso hacia arriba no se da como se da un paso en cualquier otra dirección. Hace falta tener las
cosas muy claras. Que la hoja parroquial vale un euro con cincuenta céntimos, que la mayonesa
caduca dentro de dos meses y te la encontrarás en la nevera criando moho verde, que hasta la calle
hay exactamente cincuenta y nueve escalones que muchas veces no apetece ni bajar ni subir. Si
das un paso en cualquier otra dirección, ya no estás en el paso hacia arriba, porque para dar el paso
hacia arriba, no tienes que ser el que va al norte, al sur, al este o al oeste. Tienes que ser el que ha
dispuesto que ese pobre no tiene otra cosa que hacer que elegir entre cuatro direcciones o no ser
nada. Que no puede saber cuándo caduca la mayonesa, porque no le has puesto mayonesa en la
nevera. Que la hoja parroquial no vale uno con cincuenta porque ahí vale dos, y que los cincuenta y
nueve ni son cincuenta y nueve ni son nada porque hay ascensor. Por decirlo de forma más sencilla,
que sólo es libre el que posee esta carta, que es la del que crea en papel a un ser que sólo puede
moverse en cuatro direcciones imaginarias que ya estaban decididas de antemano. Esta carta es la
marca de la única libertad auténtica posible.




Bajo el pseudónimo de Erebus se oculta Marco Portillo, estudiante de Filosofía en la Universidad de Valladolid e intento de poeta y prosista a tiempo parcial.
Entre sus logros se cuentan seguir (des)ateniendo su blog ya por más de dos años (http://espacioenlasnubes.blogspot.com), haber publicado un microrrelato en la revista de la biblioteca pública de Burgos “Plaza San Juan”, haber quedado finalista en la edición 2009 del concurso de microrrelatos “Bardeblás”, haber publicado casi de milagro algunas cosillas en LaFanzine y no empanarse de casi nada en esta vida.

sábado, 8 de enero de 2011

MAPA DA CIDADE PROHIBIDA. Ana Cibeira

MAPA DA CIDADE PROHIBIDA


Cada vez que penetramos nun punto negro do mapa
-aspas de sangue agoirando loitos-
imaxino un Los Ángeles sucio
un pobo profundo
un monte cheo de flores bonitas por todas partes
unha ruela allea.

Pero é á miña vida onde pode chegar a realidade
substituír ó medo
-este peso impreciso sen libro de instruccións-,
na capital Carapuchiña verterá a súa orquídea profana
ungüento orgánico extremadamente repulsivo
estendéndoo pola cara  ata que o agresor fuxa                     
de noxo
é neste bosque de cemento onde saca a pistola luar das bragas
vestindo despois un fermoso abrigo de pel de lobo
como soña Roald Dahl e sabe a historiA que tamén sucede
malia un tácito silencio de morte.


++++
MAPA DE LA CIUDAD PROHIBIDA



Cada vez que penetramos un punto negro del mapa
-aspas de sangre prediciendo lutos-
imagino un Los Ángeles sucio
un pueblo profundo
un monte lleno de flores bonitas por todas partes
un callejón ajeno.

Pero es a mi vida donde puede llegar la realidad
sustituir al miedo
-este peso impreciso sin libro de instrucciones-,
en la capital Caperucita derramará su orquídea profana
ungüento orgánico extremadamente repulsivo
extendiéndolo por la cara  hasta que el agresor huya            
de asco
es en este bosque de cemento donde saca la pistola lunar de las bragas
vistiendo después un hermoso abrigo de piel de lobo
como sueña Roald Dahl y sabe la historiA que también sucede
pese a un tácito silencio de muerte.

***


ANA CIBEIRA
Con poemas he participado en: Transgeneración 1.0, Centro Cultural Generación del 27, Málaga, 2007; Letras Novas,  AELG&Xunta de Galicia, A Coruña, 2009; Marés nos pousos do café. Mostra de poetas de expresión galega en Madrid, El taller del poeta, Pontevedra, 2010 y Sétimo andar, poesía alén,Nova Galicia Edicións, 2010// Con collages en la revista Ren de rén #2, Ourense, 2009; en el poemario Xoguetes Póstumos de Emma Pedreira, Caldeirón, 2009; en los zines "Vinalia Trippers"#10, VP Producciones, 2010  y Tigre enorme" #1, 2010 ...últimamente.También formo parte del grupo punkderfónico feminista HUMOR VÍTREO y del colectivo CORAZÓN SALVAXE. Más en anacibeira.blogspot.com

jueves, 6 de enero de 2011

Ángel. Diana Sánchez

Después de intentar dilucidar el sentido de toda existencia, comprendió que no había tal cosa: todo era un desafortunado accidente de la azarosa naturaleza. Entendió que no había magia ni poesía, sólo eran tretas para hacer que el tiempo pasara más rápido.

Trató de amar pero entendió que sólo era una ilusión que partía más rápido de lo que llegaba. Trató de odiar pero sintió que era un ejercicio desgastante y que no valía la pena tomarse el tiempo y el esfuerzo de tratar de convencer a otro de su desmesurada estupidez.

Por eso estaba ahí, con ese sentimiento de asco revolviéndose por su cuerpo, preguntándose si realmente podría ponerle fin a su vida ¿y por qué nadie más lo hacía? Parecían detestarse tanto y a los demás que seguro se harían un favor a pesar de que insistieran en su doble moral de defender una vida sin calidad.

¿Por qué tenía miedo? Al fin y al cabo no habría nadie que le juzgara, cualquier dios era el nombre de una excusa y cualquiera que le llamara ángel, estaba loco. Él no estaba para proteger con sus alas una vida maldita, que se destrozaba a sí misma, día tras día.





miércoles, 5 de enero de 2011

Un lugar para enterrar extraños. Solemnes. Maximiliano Spreaf

Los viejos que estaban pateando al pibe habían bajado
sonoramente por las escaleras.
Tenían palos, escobas, hasta había uno con un pequeño cuchillo
en su mano derecha.
Eran tres, pequeños, una mujer y dos hombres.
La mujer tenía un porro de marihuana en sus labios, ardiendo.
Tendría unos setenta años, ropa de turista y borceguíes azul
Francia. Era la más violenta, no paraba de sacudir su escoba sobre
la espalda del niño que se retorcía en el piso.
Uno de los hombres tenía un vestido negro, de esos de fiesta
familiar de sábado por la tarde, y una vincha en su pelo gris que
lucia como un trapo de piso que hacia años estaba tirado sobre su
cabeza. Era el del cuchillito, con el escindía la frente del joven
con inscripciones tales como “truhán” y “veneno”. El que
quedaba miraba toda la escena y se babeaba, era el mas anciano,
parecía eterno, un Matusalén suburbano, enloquecido y vil.
Relojeaba por entre unos gruesos lentes la situación y parecía
calentar motores para dar el golpe de gracia con un madero
redondo y negro que tenia entre sus añejas manos. La vereda de
esa calle era un infierno bello, dantesco a más no poder y elevado
a los cielos de la ultraviolencia senil. El pibito no paraba de
recibir golpes, se tomaba la cabeza, la espalda y las piernas, todo
en una veloz y repetitiva acción. Gritaba. Escupía sangre. Lloraba.
Tenia una camisa verde agua que se estaba convirtiendo de a poco
en un harapo grisáceo, entre la mugre de la vereda y su sangre.
La vieja del porro ardiente se estaba quedando sin escoba ya, se
deshacía en sus manos, convirtiéndose en astillas que quedaban
en el piso y el cuerpo del pobre niño. De pronto el mas anciano, el
que se babeaba, que ya se había orinado encima también, pego un

grito tremendo, como un relámpago: “Basta ya!!! Salgan!!!
……..Que ahora es solo mío !!!!!”
Su voz era nueva, jovial, fuertísima, hacia dudar de la realidad
horrible que mostraba.
Elevo el madero redondo por sobre su cabeza, se arrodillo junto al
joven, que aun era golpeado ya débilmente por la vieja de los
borceguíes azul Francia y con un golpe certero, seco y
endiablado, le partió la cabeza al pequeño. Se escucho un ruido
como de un pomelo estrellado contra una pared, y un
pequeñísimo quejido de muerte. El ancianisimo se levanto a duras
penas, contemplando la masacre, sudado, meado y aturdido. Sin
decir una palabra, los tres viejos subieron las escaleras,
ayudándose entre ellos, a duras penas, con una sonrisa radiante en
sus caras. El viejo del cuchillito dijo: “Solemne será tu madre,
pendejo desubicado…….” Y escupió el piso mientras se
acomodaba el vestido.

Itou Kouichi

martes, 4 de enero de 2011

Los años 20. Pablo Volumen.

El oficinista nos daba la espalda
mientras esperaba a que llegase el tren.
Tenía la espalda completamente recta
y hurgaba con su bastón entre las piedras,
pero las hojas le tapaban los ojos.


Sobre el paraguas tenía un vaso de agua
para evitar la caída del bombín
sobre los techos de las casas belgas
con amantes envueltos en trapos.


Las cortinas estaban entreabiertas,
para contemplar lo que hay fuera
después de retirar el lienzo
que representa el mismo nombre,
un zapato por luna y una vela por techo.


En el carnaval la madre amamantaba al niño
con un asterisco y un ojo medio cerrado.
El color azul se expresaba en cenizas
con una materia de algodón
y prismáticos verdes.


El punto era más grande que la línea
detrás de la clave de Sol
y la caricia de un pájaro sin manos,
ni pies, ni brazos,
ni luz,
ni tan siquiera manos.


Los demonios jugando al yo-yo
en un azar de relojes blandos,
perfiles repetidos y manchas,
dados encerrados
sin sus mariposas amarillas.


Maniquíes girando,
dando vueltas,
mujeres gritando,
azotes cuadrados en hospicios de lujo,
arlequines de contrabando,
coloración,
libertad de expresión,
locura opuesta
a otras formas de locura
de los que en realidad están locos.





Pablo Volumen (Madrid, 1983) es el cantante y guitarrista del grupo de rock Volumen. Siendo la poesía un pilar fundamental en sus composiciones, en 2008 sale a la calle su disco Nadie hace nada, con una crítica social optimista a la que todo el que respira está expuesto.
En 2010 decide recopilar sus poemas en tres poemarios que reflejan el estilo joven e incisivo de este autor: Agua en la Cuchara, Juego de Niños y Abrazos Gratis, los cuales pueden leerse en su blog Agua en la Cuchara, homónimo de su primer poemario.

lunes, 3 de enero de 2011

Dos poemas de David Vázquez




XV

¿De verdad nos enseñaron a elegir
cuando la disciplina fue impuesta?

Ésa fue nuestra propia silla eléctrica
que nos impidió crecer

y cometer errores.


XVI

Murió el pájaro
y lo cogió entre sus manos un niño,
salió corriendo.
Murió el mismo pájaro
que siempre deseaste matar
porque te molestaba su canto
y ahora añoras oír su dulce silbido.

De  ¿Qué tal un poco de silencio?
Young Girl Weeping for her Dead Bird. Jean Bauptiste Greuze.

David Vázquez nació en Madrid en 1984. "Para este viaje no necesito alforjas" (Ed. Alhulia) supuso su debut literario y su primer poemario.

sábado, 1 de enero de 2011

Ya no tengo estómago para ser un caníbal. Ildefonso González Sarmiento

Lo reconozco. Los años me van pudiendo. Y mi estómago ya no es el que era.

 Hasta el año pasado seguíamos la costumbre de "llevar un pobre a casa". Una costumbre foránea, anclada en mi familia desde hacía tres siglos, aunque con adaptaciones. Sabido es que no hay nada más inmutable que la mutabilidad.

 Yo era un niño cuando me dejaron participar en la captura de la pieza. Salíamos toda la familia. Mi padre, con los útiles de caza (bebida, tabaco, buena charla y un cable para romper el cuello en caso necesario), mi madre con los conservantes, tiras de análisis previas y los cacerolas (nada de "taperwares", un invento sin tradición ni encanto) y mi tía, con el breviario, agua bendita y todo lo necesario para dar al finado un "pase" seguro al más allá, en caso de innecesaria brutalidad. Yo, por supuesto, sólo fui de observador aprendiz en los primeros tres años.

 Una vez localizada el hombre o la mujer de mejor aspecto, la familia procedía a escenificar. Ahí era fundamental mi tía. Claro que eran otros tiempos, y la religión no molestaba tanto a los "requeridos". Ellos sólo veían venir a una singular familia cristiana, un tanto arcaica, con muy buenas intenciones. Y como la oportunidad de sentarse a una mesa casera no se solía presentar, cedían a nuestros aparentes estúpidos e inocentes antojos.
 Como decía, mi tía era un elemento fundamental en esa parte de la operación. Actuaba como una de esas mujeres del "Ejército de Salvación". Esa gente con tambores, himnos y demás que se ven en las películas estadounidenses. ¡Y qué bien lo hacía! Después de diez minutos, el elegido o elegida estaba ya sumergido en un estado de, digamos, "gloria". ¡Ahí es dónde entraba mi padre!

 El daba el giro adecuado para enganchar más aún a la presa. Si era una mujer, se comportaba como un padre adorable y preocupado. Y si era un hombre, como un compinche que le ayudaba a retirarse de tanta beatería y le contaba chistes de mujeres, le ofrecía tabaco y un trago de ron del bueno... ¡Y de paso, le hablaba, cuando lo veía conveniente, de una vecina bastante ninfómana que iba a aparecer un poco tarde, pero que igual...! ¡Ya saben! ¡Esta tentación añadida, y el efecto del licor, ayudaban mucho!

 En ese momento entraba en acción mi madre, actuando como punto de equilibrio. Se mostraba compresiva con ambos bandos (el religioso de mi tía y el "salido" de mi padre) y reclamaba un poco de atención para el invitado. En primer lugar, le hablaba de la ropa nueva que le tenían preparada, del baño caliente que le esperaba, y de la ayuda económica que iba a recibir tras pasar la noche con nosotros... o con la vecina cachonda. 

 Había ocasiones en que el invitado reculaba. Entonces se buscaba algún tema para doblegarle. ¡Recuerdo con emoción que, en esa ocasión, mi madre exclamó que no podía hacerle "ese feo al niño"! ¡Yo, implicado y deseoso de ser útil, sonreí y puse cara de desconsuelo! ¡Cuando nuestra víctima me acarició el pelo cediendo, me sentí tan orgulloso! ¡Ya era un miembro útil de la familia! Además, el no tener que recurrir a la violencia nos tranquilizaba a todos. ¡Y dónde iba a parar, era mucho más elegante!

 Ya en casa, sólo había un problema. Mi tía se ponía pesada con lo de la salvación y exigía una oración especial, un tanto macabra, pero que siempre conseguía imponer al que creía iba a ser un comensal más. ¡Era una mujer admirable!

 Después, lo típico. Lo primero un baño caliente. Tranquilo. Sin prisas. Que la carne se fuera ablandando. Además yo aprovechaba, desde ese día, para lavarme el pelo, que por lo general quedaba un poco grasiento y sucio cuando la comida me acariciaba la cabeza o pellizcaba mis mejillas. ¡El único trago amargo de la noche! ¡Pero todo conlleva un sacrificio!

 Recuerdo que la primera persona en cuya "recolección" participé fue un hombre llamado Raimundo. ¡Un tipo encantador, que nos contó unas historias increíbles mientras mi madre preparaba la cena o eso creía él, pues mientras le hacía efecto el potente hipnótico que le dábamos inyectado en unos exquisitos dulces que nunca nadie despreció! ¡Y encima mostró un cuidado para no decir nada que pudiera ofender a mis tiernos oídos...! ¡Qué encanto de hombree!
 Bueno, que no quiero aburrirles. Al final caía como un tronco, un leño, o como se diga. ¡Y todos nos poníamos a la labor! Yo ayudaba a mamá y a papá a quitarle la ropa que le habíamos regalado, mientras mi tía rezaba el penúltimo rezo, después del cual sólo quedaba la bendición de la mesa. ¡Bueno, de la comida, qué la mesa no nos importaba mucho en esos momentos! ¡Y después a trocear!

 ¡Ah, no, se me olvidaba lo importante, llevado por la pasión! ¡Primero había que analizar el cuerpo, no sea que tuviera alguna infección! ¡Ya se sabe qué hay cada tipo por ahí suelto! Por eso salíamos pronto de cacería. Por si teníamos que salir a por otra pieza. Si todo iba muy mal, incluso teníamos que comer pavo,  o cualquiera de esas otras cosas típicas. ¡Qué asco! ¡Porque en mi casa siempre hemos sido muy finos, y nunca congelábamos comida de otras ocasiones por si acaso! ¡Y además, luego tocaba deshacerse de dos cuerpos! ¡Y era un coñazo! ¡Créanme!

 Pero en mi primera vez todo fue bien. ¡La suerte del novato! ¡Y ale, a desangrar y cortar como uno más de los "cocinillas", por fin! ¡Qué ilusión! 

 ¡Aaah, qué días aquellos! ¡Cómo los añoro! ¡Sobre todo el sabor de los dedos! ¡Y no me pregunten la razón! De ahí que, desde entonces, me llamaban en casa "Deditos"! ¡Y luego, ya de adolescente, "Don Dedos"! ¡Aunque ese mote me molestaba! ¡Cosas de la pubertad!

 Pero el tiempo ha pasado. Mi padre y mi tía han muerto. Y aunque mi madre y yo seguimos con la tradición un tiempo, cada vez se no fue haciendo más pesado. Y así, este año... ¡Me cuesta tanto decirlo! ¡Este año lapas a la sidra, mojo canario, cabrito embarrado al horno y surtido de turrones! Lo único el flan de coco y frambuesas, que sí que me dice algo.

 ¡Pero este año que entra pienso hace algo! ¡Modesto, pero algo! He comentado con mi madre la idea de capturar al perro de uno de los vecinos. ¡Es un coñazo de chucho, está todo el día ladrando! ¡Y tiene el peso apropiado para dos personas, con un estómago ya tocado! ¡Sí hubieran visto la cara que puso mi madre!

 ¡Inolvidable!


Armin Meiwes - The infamous german cannibal who ate his lover.
Part of the 'Infamous' collection. View the entire collection at my website: 
http://www.gardenofbadthings.com/

Puedes seguir a Ildefonso González Sarmiento en su blog  Reino Libre del Preste Juan.

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